20/9/09

De la orfandad al “Abba Padre”.

Siguiendo al apóstol Pablo, destaca dos resultados de la obra del Espíritu Santo, que nos ponen en relación con Dios: Decir que “Cristo es el Señor” y “Abba Padre”. Estas declaraciones muestran la obra por esencia del Espíritu Santo en nosotros. La iglesia es el vínculo con el Padre, por medio del Hijo, creado por el Espíritu Santo.
En esencia se ha llegado a definir al cristianismo como el conocimiento de Dios como nuestro Padre; por tanto, debiera ser esto el impulso de su adoración, misión, oración, la manera de percibir la vida, etc., si no es así, no se entiende el cristianismo.
Como dice J.I. Packer, todo lo que enseñó Jesús, se resume en el conocimiento de la paternidad de Dios, “Padre es el nombre cristiano para Dios”. De esta manera, hay que asumir, que este conocimiento no nace de una experiencia personal, sino mediante la revelación del Hijo por el Espíritu Santo, para llegar a pronunciar esas palabras sublimes, Dios es mi Padre. Es el Hijo quien nos acercó al Padre en el Espíritu (Jn.14:9).
Nuestras experiencias de paternidad pueden ser quizás positivas o negativas, pero esas no se condicen con la paternidad de Dios, es otra realidad, no hay comparación, se trata de una revelación del Hijo de Dios en nosotros. Dios es nuestro Padre porque nos adoptó en el Hijo, dándonos el Espíritu que nos lleva a decir “Abba Padre”. Es la relación de Cristo con el Padre el modelo y el camino de nuestra relación con Dios el Padre.
“Abba Padre”, nos habla de intimidad y reverencia. Hablar de intimidad en nuestros días, no es fácil, ya que lo que generalmente se entiende por ella, no es más que una pobre comprensión emocional y muchas veces bajo el énfasis de alcanzar ventajas personales, finalmente se ha transformado en un instrumento de manipulación y obtención de gratificación personal.
Jesús nunca usó su relación con su Padre para sacar provechos personales, sino era un asunto de obediencia y sumisión al Padre. Jesús el Hijo, nos muestra una nueva forma de relacionarse con Dios. No hay que olvidar que la pronunciación por parte de Jesús de su “Abba Padre”, fue en el Getsemaní, “…todo es posible para ti… pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú” (Mr.14:36). Es una relación de rendición en completa obediencia y sumisión. El “Abba Padre”, no es usado por Él para beneficio personal, para exigir derechos y esperar favores, todo lo contrario, en Él, es reverencia, humildad y sumisión, hay una rendición a los afectos, protección, cuidado y amor del Padre.
Nuestro mundo postmoderno aborrece de la sumisión y de la rendición a voluntades ajenas, vivimos en una era de “pequeños dictadores”, cada cual ordenando su mundo, la búsqueda de la realización personal sin pautas absolutas y reveladas, es ajeno a la experiencia humana de hoy; por tanto, para qué enfatizar el ser tal cual es en todo su valor, sólo terminamos enfatizando el hacer y el tener, y es tan notorio esto que cuando nos presentamos, lo hacemos a partir de lo que hacemos y tenemos, hay una renuncia al ser, lo más seguro, porque no nos sabemos, no tenemos el verdadero referente que nos diga quienes somos, hemos perdido esa relación que decía, “este es mi hijo(a) amado(a) en quien me complazco”, así que buscamos equivocadamente en otros “referentes” nuestro ser, lo que habla de lo perdidos que estamos.
Cuando nos acercamos a Dios, cómo lo hacemos, ¿qué estamos diciendo cuando oramos a Dios como “Abba Padre”? Lo hacemos para sacar provecho utilitario de Dios, rebajándolo a una simple relación mundana, para recibir sus favores o estamos buscando una rendición y reverencia para Él. Nunca estará en duda el poder de Dios, ni menos su voluntad de querer lo mejor para nosotros, sino cuáles son nuestras motivaciones al acercarnos a Él.
La experiencia relacional entre padre e hijos, nos enseña que los primeros generalmente están optando por lo mejor para sus hijos, aun con sus negativas, cuanto más Dios el Padre, pero mi problema es la actitud de hijos(as) ante este Padre. Que lejos estamos del modelo y camino que nos muestra Jesús el Hijo, que sea tu voluntad y no la mía, mi rendición a ti en todo.
Cuando se busca al Padre sólo por lo que se puede obtener de Él, finalmente la relación termina siendo utilitaria, donde los afectos se pierden, termina siendo una relación impersonal, frágil y menos íntima, terminamos dependiendo de las manifestaciones externas, más que de las internas, en donde la condición de hijo(a) ante el Padre pierde su razón de ser y las convicciones que la sustentan.
Cuantos de nosotros nunca hemos ido en pos de una relación más íntima, afectiva y personal con Dios el Padre.
Si el cristianismo es en esencia conocer a Dios como Padre, de qué nos serviría llevar a cabo todas las “acciones cristianas”, “amor y servicio al prójimo”, si estas no surgen de esa profunda relación con el Padre, quien es la fuente de todo lo que existe y bueno para nosotros.
¿Cuánto necesitamos un Getsemaní personal? Para decir, que se haga tu voluntad en mí, porque se que eres de verdad mi Padre ... “Abba Padre, todas las cosas son posibles para ti…..mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (Mr.14:36).
*En deuda con varios por lo expuesto.

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