20/9/09

Dios y el poder del servicio.

Continuando con la nota anterior…. Pareciera que Moisés no acepta su vida, no acepta la vocación que Dios le está dando, se sabe, se siente limitado para el llamado que Dios le hace a su vida. Tendríamos que reconocer que lo que trae Dios siempre nos sobrepasa, y deja en evidencia la necesidad de Él en nuestras vidas y el reconocimiento que sin Él no podemos.
Pareciera que Moisés está diciendo, ¿qué voy a ser con una simple vara? En el ver. 10 dice:
“¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”. Aquí vemos a un ser humano que se esta limitando, que ante el desafío de participar del Reino de Dios, de la libertad del Reino, no encuentra en él los medios para llevar adelante lo que Dios espera de él. Pareciera que esto no está lejos de nuestras vivencias.
La respuesta de Dios es (vers. 11-12):
“Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.”.
Dios ya le había dicho en Ex. 3:12…. “Ve, porque yo estaré contigo….”
Siempre nuestras excusas nos limitan, Dios le respondió a Moisés cuentas conmigo, yo soy el creador de todo, yo estaré contigo, con tu boca, te enseñaré lo que debes de hablar…. Por qué limitarse si el Reino le pertenece a Él y se nos permite participar de esta extraordinaria realidad.
Moisés recibe el desafío de conocer a ese Dios de poder, que hizo todo lo que existe, pero también es el Dios que acompaña en las limitaciones; no trayendo la solución a la limitación, todo lo contrario, dejando está como recordatorio de nuestra dependencia de Él. El apóstol Pablo debió aprender de esto; “Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2Co.12:9).
Dios nos da una vocación, trae su Reino a nuestras vidas, y con ello llega el poder del Reino, el servicio. ¿Qué tenemos en nuestras manos? Tenemos a un Dios con su poder, que nos capacita para servir en su Reino.
Sí, el servicio es un poder, pero que está ausente en nuestro medio, también estaba ausente en los días de Moisés. Es un poder, en el sentido que reconstruye uno de los propósitos básicos de la vida, el amor a Dios y el amor al prójimo, y cuando lo ejercemos terminamos transformados, ya no centrados en nosotros (supuestas limitaciones), sino asumiendo nuestra condición y la de nuestro prójimo, y por sobre todo la de Dios, que nos lleva a nuestra propia transformación personal.
Aquí está nuestro problema, pensamos que servir a las personas se debe llevar a cabo contando con todos los dones (capacidades) y recursos, cuando en realidad, lo que necesita nuestro prójimo y espera Dios de nosotros, es sólo lo que hay en nuestras manos (“vara”).
Nuestros días dejan en evidencia la crisis del servicio, nuestra cultura individualista está engendrando personas que priorizan el ego, tal como Moisés … yo no puedo hacer aquello…, pero de manera invertida, ya que en el hoy, deseamos que el mundo nos facilite la vida sin demandar nada a cambio, y obviamente menos servicio de nuestra parte.
El pasaje de Hch.1:6-8, nos muestra como el poder para servir en el Reino ha llegado, ahí están los discípulos, a la espera, pero que cuando vino Dios a ellos, descubrieron que si podían ir en el servicio a todos aquellos necesitados de Dios…. Como dice Hechos más adelante hasta lo último de la tierra.
¿Qué tenemos en nuestras manos? Tenemos una vida, tenemos un poder, el poder de Dios, tal cual fue prometido a aquellos que estaban con Jesús en el momento de su ascensión.
Moisés descubrió el servicio en dependencia y el poder de Dios, estaba descubriendo que lo que Dios quería era disposición para el servicio, el resto le competía a Él; pero además Moisés descubrió, que si podía ser un siervo de Dios, realidad que sólo se expresaba en el servicio a su prójimo, los esclavos de Egipto, que llegarían a ser ciudadanos del Reino de Dios, gracias al servicio del siervo Moisés.
Nuestro mundo está a la espera de siervos(as) que estén dispuestos a negarse a sí mismos, a pasar por alto sus limitaciones y depender de Dios para participar de aquella empresa ajena al mundo de hoy, servir al prójimo con los recursos que vienen de Dios, y que permiten que nuestro prójimo, la realidad y por sobre todo nosotros veamos algo diferente, el obrar de Dios.
Se cuenta la siguiente historia de Teresa de Calcuta, no sigo su doctrina y teología, pero si valoro y respeto su vocación y servicio al prójimo. Teresa de Calcuta cuenta que un día había escuchado de un hombre muy pobre, triste, en el segundo piso de uno de los edificios de la India, donde todo está amontonado. Subió la escalera y, al llegar a esa pieza, golpeó y entró. Era una pequeña pieza oscura, con las cortinas cerradas. Las abrió, y todo estaba sucio. Ella le preguntó al hombre: “¿Quieres que le limpié la pieza?”
El hombre le dijo: “No sé para qué. Nadie me visita”.
Ella se sentó al lado de su cama por un buen rato. Y después de un rato el hombre le dijo: “Si quieres hazlo”.
Ella limpió esa pieza en unas horas. En un rinconcito encontró una lamparita, cubierta de tierra. La limpió y la puso al lado de su cama, y preguntó: “¿Quieres que prenda la lámpara”?
Él le dijo: “Si escucho una voz humana cada día, puedes prenderla”. Ella la prendió y se fue.
Cada día una hermana de Teresa de Calcuta subía esa escalera para leer, tomarle la mano, orar con este hombre. Y un día -cuenta Teresa de Calcuta- recibí una notita que decía: “La luz que prendiste en mi vida, sigue encendida”.
Moisés tuvo que aprender a ser siervo con sus limitaciones y carencias, pero contando con Dios y su poder del Reino para aquello. Interesante que Dios lo usó para encender la vida de un grupo de esclavos, que se transformaron en ciudadanos de ese reino que Dios hasta el día de hoy sigue estableciendo y extendiendo en este mundo, y esperando que nosotros seamos siervos(as) de aquel que está marginado y excluido de esta realidad.
Quizás Dios espera vernos a nosotros como tales, un poco menos de ego y más servicio, deje ver esa luz que encontró aquel marginado y postrado de Calcuta, y aun el propio Moisés, y que nuestro prójimo está a la espera de ella; quizás no sólo nuestro prójimo, lo más seguro que nosotros también, para hacer de ella algo mucho más significativa. Vayamos en pos de esa libertad que sólo el servicio trae a la vida.

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